No hay que ser adivino, cada vez que Puebla amanece en calma, Nacho Mier se las ingenia para volver al reflector.
Y esta vez lo hizo apenas unos días después de que circulara la foto del gobernador Alejandro Armenta junto al exmandatario Sergio Salomón, el alcalde Pepe Chedraui y el coordinador de gabinete José Luis García “El Choco”.
Trascendió que el senador morenista decidió lanzar un golpe bajo desde la oscuridad con la estrategia de dividirlos.
Esa imagen —símbolo de unidad y fuerza del grupo en el poder— bastó para que del Senado salieran los ecos de una supuesta “lista negra” de funcionarios investigados por la Secretaría Anticorrupción, según.
El coordinador de Gabinete, García Parra reaccionó rápido.
“No dividirán ni distraerán al movimiento”, dijo, sin dar nombres… pero sin que nadie tuviera dudas.
Porque en Puebla todos saben que cuando alguien intenta mover el piso desde la Cámara Alta, el apellido suena familiar: Mier Velasco.
El mismo que siempre busca grieta para asomarse.
El mismo que en lugar de sumar, mide cuánto ruido puede provocar.
Y como si no bastara con el guion repetido, el timing fue de antología.
Justo cuando Armenta consolida una imagen de estabilidad y consenso, Mier reaparece, misteriosamente inquieto.
Quizá la armonía no es rentable para quien construyó su carrera sobre la intriga.
El gobernador Armenta lo dijo con sutileza.
“Allá esa persona que tiene la costumbre de, cada sexenio, hacer lo mismo.”
Y no hacía falta más, cada palabra sonó a mensaje cifrado.
Sus antecedentes lo delatan.
Y ahora, supuestamente mete la intriga, cuando más débil se encuentra.
Sino, nada más hay que recordar con un toque de humor —negro, por supuesto— de quién está en sus amistades.
De tanto presumir cercanía con su “amigo y aliado” Adán Augusto López, terminó cargando la sombra de todo lo que ese círculo representa.
El grupo del tabasqueño, los desplazados del obradorismo original y las redes políticas que en Puebla, están bajo la sombra del grupo criminal La Barredora.
ahora son los apestados o muertos vivientes de la 4T.
La 4T en Puebla ya identificó desde hace mucho a su saboteador interno, el que finge lealtad mientras empuja desde la sombra.
Lo curioso es que, a pesar de sus escándalos, Nacho Mier se empeña en venderse como pieza indispensable del movimiento.
Pero cada vez que habla, divide; cada vez que calla, filtra; y cada vez que sonríe, alguien en Casa Aguayo revisa si no está por estallar otro “trascendido”.
Puebla tiene memoria, y en esa memoria Mier ya ocupa el papel que él mismo se construyó: el del villano recurrente, el que aparece cuando todo marcha bien, el que no soporta no ser protagonista.
Ahora que Armenta, Salomón, Chedraui y “El Choco” mostraron unidad, el senador vuelve a su hábitat: el conflicto.
Mientras el gobierno trabaja en proyectos y obras, él trabaja en rumores y filtraciones.
Y así, cada vez que se habla de desestabilización, su nombre —como marca registrada— vuelve a colarse en la conversación.
Nacho Mier no necesita ser acusado para ser señalado.
Basta con su sincronía perfecta entre los momentos de paz y su aparición repentina.
Lo suyo es la política del zumbido, molesta, persistente, pero sin fondo.
LA PASARELA
JORGE CASTILLO


