Las distintas situaciones de violencia que estamos viviendo actualmente en la sociedad, tienen antecedentes históricos que, al ser estudiados y analizados, reflejan posturas tan arraigadas que nos permiten saber y entender porque hoy son problemas graves difíciles de erradicar.
Lo lamentable de esto es que muchos de los orígenes de los problemas sociales como la violencia al prójimo, tiene que ver con creencias místicas y religiosas; conocimientos reservados en la antigüedad para los grupos de personas en el poder.
De esta manera, durante siglos cada civilización se ha distinguido por sus usos y costumbres que permitieron una convivencia social, en donde se delimitó el poder del sexo femenino y se extralimitó el poder masculino.
Así, el hombre ha tenido la autoridad suprema en el organigrama familiar y laboral, por lo que para mantener dicha superioridad, la violencia física y la manipulación mental ha sido su principal arma de dominio.
Pero esto es tan solo el principio, la historia de las civilizaciones nos permite saber que la violencia existe desde siempre y que ha sido una conducta para sobrevivir, retener u obtener el poder.
Instintos agresivos de la psicología humana
La gran cómplice ha sido la Iglesia, por medio de las distintas religiones que esparcían las instrucciones de comportamiento que se debía tener ante Dios y sus representantes en la Tierra. La iglesia, sea cual sea, fue la responsable de generar el suficiente miedo para que la violencia alcance su fin: el dominio y el exterminio.
En los últimos 5 mil años de la historia, la humanidad ha experimentado miles de guerras, de tal forma que, si las quitáramos de los textos de los libros, estos se convertirían en un puñado de páginas en blanco.
Charles Darwin, en su obra sobre El origen de las especies por medio de la selección natural, proclamó al mono como padre del hombre, argumentando que sus instintos de lucha por la vida le permitieron seleccionar lo mejor de la especie y sobreponerse a la naturaleza salvaje.
El mayor aporte de Darwin a la teoría evolucionista fue descubrir que la naturaleza, en su constante lucha por la vida, no solo refrenaba la expansión genética de las especies, sino que, por medio de esa lucha, sobrevivían los mejores y sucumbían los menos aptos.
La guerra, que es un producto de la violencia y el deseo de poder, está generada por los instintos agresivos de la psicología humana.
En julio de 1932, cuando Albert Einstein preguntó a Sigmund Freud: “¿Qué podría hacerse para evitar a los hombres el desastre de la guerra?” El padre del psicoanálisis, en una carta fechada en septiembre de 1932, le respondió:
“Permítame exponer una parte de la teoría de los instintos a la que hemos llegado en el psicoanálisis. Nosotros aceptamos que los instintos de los hombres no pertenecen más que a dos categorías: aquellos que tienden a conservar y a unir, completamente en el sentido del eros sexual que amplía deliberadamente el concepto popular de la sexualidad o bien, son los instintos que tienden a destruir y a matar, los que comprendemos en términos de agresión o de destrucción. Como usted advierte, no se trata más que de una transfiguración teórica de la antítesis entre el amor y el odio”.
Tendemos a manifestar cierta agresividad
En este sentido, para entender la violencia social en el marco de lo plural, tendríamos que llegar a el origen de la violencia en el entorno singular.
Hoy, los científicos han demostrado que, si un niño de dos años midiera 1,80 metros y pesara 90 kilos, su comportamiento agresivo podría provocar un daño grave e irreversible. Todo esto tiene que ver por la falta de manejo de emociones y su poco entendimiento sobre las posibles consecuencias.
Dado que todo acto surge a partir de una emoción estimulada por diferentes factores externos e internos, de acuerdo con un estudio hecho por el Dr. Michael Lewis, experto en estudios de las emociones infantiles.
Por tanto, el enojo, el miedo, el disgusto, la tristeza, la alegría y el interés son expresiones emocionales tempranas que su manifestación, en teoría, va madurando conforme al crecimiento del individuo.
Sin embargo, esto en la actualidad, la madurez de las “expresiones emocionales tempranas” han tenido una lentitud en su desarrollo.
La evolución del actual individuo ha sido impactada de manera negativa por medio de la tecnología. El sedentarismo y la insociabilidad ha provocado en la psicología humana una falta de entendimiento y sensibilidad, que al mismo tiempo, han permitido el aumento de la impaciencia, irritabilidad y antipatía.
Los seres humanos por naturaleza tienden a manifestar cierta agresividad, esto en cierto modo, permitió la evolución del individuo dentro de una sociedad.
Sin embargo, cabe señalar que los individuos como los animales desarrollaron mecanismos para suavizar su comportamiento agresivo natural, de esta manera, se aseguró la supervivencia de los grupos.
El comportamiento autómata no permite razonar en tiempo y así, se crean las reacciones inmediatas e impulsivas provocadas por la enfermedad actual: el estrés.
El estrés puede definirse como un conjunto de reacciones fisiológicas que se presentan cuando una persona sufre un estado de tensión nerviosa, producto de diversas situaciones y experiencias.
Existen 3 tipos de estrés:
- Estrés normal: reacciones fisiológicas que se dan en nuestro organismo ante determinadas situaciones y que inclusive nos puede ayudar a afrontar y superar algunas situaciones difíciles.
- Estrés patológico: se presenta de modo intenso por periodos prolongados y que causa problemas físicos y psicológicos, transformándose en un estrés crónico y nocivo que puede provocar crisis de llanto, depresión, y diversas afecciones físicas.
- Estrés post-traumático: ocurre después de que una persona ha vivido algún tipo de suceso aterrador y que, a consecuencia de estos traumas, la persona tiene pensamientos aterradores con frecuencia.
Hoy vivimos en una sociedad llena de estrés, el estrés genera ansiedad y la ansiedad genera sugestión. Estos tres elementos hacen que tus actividades diarias no se hagan con la calma necesaria con la que hacían antes.
Tal vez sea mejor una guerra más justa que vivir una paz injusta
Con razón o sin ella, el enojo social está latente en las sociedades modernas; la explotación laboral, la desigualdad económica, las diferencias políticas y la inseguridad social, polarizan a la colectividad.
Las redes sociales han permitido la creación de campos de batalla virtuales en donde las personas desahogan todo su enojo y en donde su agresividad no puede ser respondida de manera inmediata, ampliando el rango de confianza de que no serán agredidos de manera física.
Sin embargo, vuelvo a repetirlo, el estrés generado crea una especie de ansiedad y esta a su vez conlleva a una sugestión, debido a la polarización de la ciudadanía. Las calles, las plazas comerciales, los restaurantes, las colonias, la propia casa ya no son espacios seguros.
La sociedad está violentada, irritable, enojada, insensible a la desgracia del otro e hipersensible a lo que la amenaza.
Pero así las personas “decidieron” vivir, permitieron que los grupos de poder dictaminaran su presente y su futuro. La comodidad social producto del paternalismo vislumbra sus consecuencias y nos hace reflexionar respecto al engaño que hemos vivido como ciudadanía.
Es necesario reflexionar sobre las acciones que como sociedad debemos tomar y tal vez, solo tal vez, sea mejor una guerra más justa que vivir una paz injusta.