¿Qué sucede en un estado donde se carnavaliza la quema de dos personas?
La conducta que se tomó frente a la violencia no es resultado de una falla administrativa, es el producto de un sistema político que se encargó de repartir culpas y en la victimización masiva: las responsabilidades son la carga política más pesada.
El modelo del PAN en Puebla es un aparato político cincelado a la perfección, pues ya estando fuera de la gestión administrativa aún funciona en la periferia y dentro de las organizaciones gubernamentales. Opera y somete, transgrede y funciona indirectamente, todo desde la postura de los excluidos: el morenovallismo.
La imposición en el Tribunal Superior de Justicia y las persecuciones políticas contra quienes no aceptan las inconsistencias administrativas son sólo dos puntos más que se suman a la larga lista de arbitrariedades ejercidas desde el morenovallismo: en Puebla ya no sorprende cualquier acto que atente contra la justicia, pues las acciones antidemocráticas ahora perdieron la cualidad de la diferencia, se han normalizado.
Morena no representa, en sí mismo, ni la lucha ni la resistencia, pues el poder no converge en la individualidad, sino en la duplicidad: hacer que la culpa de los fracasos o victorias de la democracia y la justicia recaigan únicamente en un partido o tan sólo un actor político es excluir la responsabilidad ciudadana.
En el sentido político, no se lucha para ganar algo, sino para evitar perderlo; de la misma manera, no se lucha contra la corrupción ni contra la impunidad: se resiste. Para evidenciar el fracaso, el cacicazgo y todos los negativos de la administración, la tiraría es necesaria. De esa manera, se logra que el poder fluya.
El autoritarismo no es fundamental en un Estado democrático, pero es un mal necesario, uno al que se debe resistir y criticar. El problema del morenovallismo no son los delitos ni los actos impunes; el problema de la estandarización de lo ilícito es que terminó por criminalizar a la resistencia, a la oposición.
A veces la única manera de ganar una batalla es no tenerla, pues mantenerse firme en un suelo que se cae a pedazos es ya saberse derrotado.