La Mariposa Naranja
Arianna Cos
Creo que todas y todos hemos oído alguna vez en nuestra vida y hemos empleado la frase “tocar fondo”. ¿Pero a qué se refiere?
Coloquialmente, la usamos para referirnos cuando una persona ya llegó hasta lo más profundo en algún problema o crisis; es decir, cuando pareciera que ya no hay para dónde buscar una solución.
Cuando se llega a este punto no quedan más que dos opciones: o rendirse y quedarse en ese fondo oscuro y solitario, o tomar fuerza desde lo más profundo de nuestro ser para regresar a la superficie, para volver a la luz del sol.
No todas ni todos somos iguales, algunas personas son más fuertes que otras para soportar los embates de la vida, para sortear las piedras que hay en el camino, pero a todas y todos nos toca en algún momento sentir que tocamos fondo.
Hay situaciones que parecieran, son el límite de lo que podemos aguantar, que se supondría que serían el acabose, el punto final de una historia, de un conflicto, de una relación, pero que por más que nos duelan, no logramos ver que son ese famoso fondo.
La gente que es ajena a esas situaciones, claramente puede verlo porque al no ser partícipe del problema ve los conflictos de manera objetiva, pero quien está inmerso en ellos muchas veces no es capaz de darse cuenta porque sus emociones dominan su pensamiento. Cuando se trata de relaciones de pareja esto es peor. Bien dicen que el cerebro y el corazón siempre están en pugna.
Muchas veces nos aferramos tanto a alguien que aunque nos haya lastimado una y otra vez con sus acciones y actitudes, terminamos perdonándolo. En el amor, al sentir que se tocó fondo, se debe hacer lo que decía líneas arriba de tener que decidir qué hacer, si quedarse ahí o luchar para salir.
Las mujeres solemos hablar más sobre nuestros problemas con otras mujeres, ya sean nuestras familiares, amigas o compañeras de trabajo y recibimos de ellas distintas opiniones, pero cuando la mayoría de ellas da una en contra de la persona objeto de nuestro amor, deberíamos de prestarles atención.
Como mencionaba, ellas ven con otros ojos los problemas porque están afuera y sus sentimientos no interfieren en su objetividad, pero a fin de cuentas, por más que la gente nos diga lo que piensa por el bien nuestro, la decisión de continuar con alguien que no conviene pertenece a cada quien.
Solo corresponde a cada mujer y hombre determinar en qué momento ya tocó fondo.
Nadie se puede meter en la cabeza de los demás y saber qué piensa; nadie tiene la capacidad de conocer los sentimientos de una persona porque simple y sencillamente no es posible; podemos adivinar parte de ellos por medio de las expresiones faciales y por las palabras, pero nunca podremos sentir con exactitud lo que el otro siente.
Lo único que podemos hacer es estar ahí para cuando nuestros seres queridos se den cuenta de que ya no pueden bajar más.
Lo que nos queda es tratar de entender que cada persona tiene su proceso de aceptación de ese fondo así como su proceso de salida del mismo, así como respetarlos si queremos que la persona nos vea como un hombro sobre el cual se puede apoyar para tomar impulso y salir adelante.
Así que no veamos el tocar fondo como algo malo, sino como una oportunidad de dejar atrás todo lo que nos lastimó para retomar airosas y airosos nuestro camino hacia la felicidad.
Nos leemos.
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