La Mariposa Naranja
Arianna Cos
Aunque las labores del hogar siempre han sido menospreciadas por los varones, a diferencia de un trabajo de 8 o 10 horas, éstas nunca se acaban.
Hace poco leí un artículo donde una mujer narraba cómo en muchos años sintió que lo que hacía al quedarse en casa no era suficiente, que por más actividades que realizara no bastaban para sentir que hacía algo que valiera la pena, hasta que un día, una amiga suya le hizo ver que estaba cometiendo un gran error al pensar así.
Su amiga le dijo que realmente es un lujo para los maridos que sus esposas se queden en casa en vez de salir a trabajar. ¿La razón? Muy sencilla. Las mujeres al quedarse se encargan de todas las actividades que nadie podría realizar si ambos laboraran fuera (a menos que contrataran a alguien de tiempo completo y que la hiciera hasta de niñera), sobre todo, las relacionadas con el bienestar de la familia.
Primero está el procurar que coman de manera adecuada, variada, nutritiva, con el fin de estar sanos y casi no enfermarse; en este rubro entra todo un proceso en relación a los alimentos, ya que si no están bien escogidos, lavados, desinfectados y cocinados pueden hacer daño y enfermar a todos, sobre todo a los hijos, que son los más vulnerables. Es una gran responsabilidad la preparación de la comida, no es cualquier cosa; dirían, “no son enchiladas”.
Y luego échenle que la mayoría de los maridos se la pasan quejando de que no les gusta lo que preparan sus esposas o se la pasan criticándolas porque no cocinan como sus mamis. Ahí la cosa se pone peor. Qué estrés para las mujeres cuyos espositos son así, y con los hijos cuando son chiquitos hay que estarles insistiendo para que coman porque lo único que quieren hacer es jugar y jugar; ahí la chamba también es grande y si son bebés se tiene que tener mucho más cuidado para preparar su comidita siendo mayor la responsabilidad.
Luego está la cuestión de las enfermedades. Cuando se enferman los peques, las mamás que se quedan pueden estar al pendiente de ellos sin tener que estar faltando a trabajar ni preocupándose por la chamba que se le juntará al regresar. Estando en casa pueden checar si tienen fiebre, si tienen escalofríos, si tienen ganas de vomitar, si están inapetentes, si les duele algo, darles los medicamentos pero sobre todo apapacharlos, que es la mejor cura, ya que medicamentos sin cariño está demostrado que no tienen el mismo efecto. Y aunado a esto tienen que realizar otras labores así que no es tarea para menospreciar.
Después están las demás cuestiones propias de un hogar. Tender las camas; lavar los trastes (que no dejan de salir en todo el día); lavar y tender ropa (que si hay un bebé sale a montones); plancharla (que la de los maridos siempre es más complicada); barrer, trapear y sacudir; lavar los baños; tirar la basura; comprar el agua y así lo que vaya surgiendo cada día de las necesidades de toda la familia.
A cada uno hay que darle su justo valor
Todo lo anterior no tiene un horario de entrada ni de salida, no tiene vacaciones y lo que es peor, no recibe paga alguna la mayoría de las veces. Y no me refiero a lo económico, sino al mínimo reconocimiento que el marido debería de hacerle a la pareja por quedarse a realizar labores con las que él se volvería loquito en un ratito (sobre todo si incluyen cuidar bebés o niños pequeños a la par de hacer otras cosas).
El que le diga palabras bonitas, algún lindo cumplido, que le lleve una flor de vez en cuando (cortada del jardín es totalmente válido y algo súper romántico) o que mínimo tenga la disposición de ayudarla cuando se sienta mal o esté muy enferma, serían un modo de retribuirla por todo el esfuerzo realizado diariamente.
Admito que hay señores que sí valoran todo lo que hacen y que apoyan en las labores a sus mujeres y eso es un gran paso en nuestra sociedad, ya que el colaborar en casa no los hace menos hombres. En definitiva el trabajo hogareño resulta mejor en pareja porque se acaba más rápido y se tiene un poco más de tiempo para el ocio, que cómo hace falta para desestresarse después de un largo día o una larga semana.
Por desgracia aún hay quienes en su machismo no quieren mover ni un dedo en casa y tratan a sus mujeres como si fueran las sirvientas y ellos los “reyecitos” a quienes se les tiene que rendir pleitesía y casi casi hasta vestirlos. Estos seres que viven en el pasado, para colmo de males se la pasan criticando por todo a sus esposas. Si no les gusta nada, que trabajen más para pagarle a alguien que les haga las cosas a su gusto y que dejen a sus mujeres en paz.
Regresando a la mujer que finalmente abrió los ojos, después de que la amiga le hizo ver todo lo anterior, la señora en cuestión se quedó reflexionando y se dio cuenta de que su interlocutora tenía razón. Realmente, es un lujo para los maridos el que sus mujeres se queden en casa ya que su aportación aunque no sea económica, es un complemento de la vida en pareja y uno indispensable; ni uno ni otro pueden existir aislados, así que a cada uno hay que darle su justo valor.
Así que chicas (y no tan chicas), basta de pensar que porque no generan un ingreso monetario no están aportando nada a la familia o que no vale lo que hacen, porque lo económico siempre hará falta pero sin ese cuidado y sin la parte afectiva, no basta.
Nos leemos.
Twitter: @Ari_Sintesis